
Con tal motivo, me decidí por buscar los verdaderos orígenes de la teoría de lo que en aquella época condujo a la creación de una ideología tan revolucionaria como el “Nacional Socialismo”, cuya abreviación es “NAZI”, equivalente no sólo a un insulto, sino que también es el símbolo del mal, de exterminio y de muerte.
Por lo que yo me acuerdo, en aquella época de la posteridad de la Primera Guerra Mundial habían surgido las teorías de Marx y Lenin, del comunismo, lo que culminó en la Revolución Rusa y el bolchevismo, y se comenzaba a marcar una gran diferencia entre el trabajador y el emprendedor, o sea el capital... dígase de “LA IZQUIERDA” y “LA DERECHA”, y la palabra “SOCIALISMO” comenzaba a tener el significado de la igualdad y el bienestar de los trabajadores.
Fue también la época en la que los destinos de Alemania eran un caos desastroso, con el 30% de la población sin trabajo y una hiperinflación galopante (en la que un dólar llegó a cotizarse en 10 millones de marcos alemanes), había también más de 30 partidos políticos.
Lo anterior era el caldo de cultivo para que un hombre del pueblo como Adolfo Hitler concibiera la idea de intentar un golpe de estado al frente de un partido político con ideas socialistas tan revolucionarias como el comunismo, pero antagónico a éste.
El golpe de estado falló y a Hitler lo encarcelaron por unos años. Fue allí, donde Hitler escribió su libro, que luego se tituló “Mein Kampf”, o sea: “Mi Lucha”, y que comienza como una autobiografía desde su más tierna juventud.
Debido a lo anterior, en estos días y después de 70 años, me animé a comenzar a leer ese libro, para conocer al hombre que primero fue el más querido por los alemanes y luego terminó siendo el hombre más odiado del mundo entero.
Nacido en 1898 en Braunau, a orillas del río Inn, en Austria superior, muy cerca de Alemania, Hitler siempre se sintió como alemán, algo parecido a lo que un mexicano siente al haber nacido en Nogales de Arizona y no en Nogales de Sonora, e indudablemente sus conocimientos de la historia contribuyeron a eso, pues hasta antes del Siglo XVIII, Austria había sido parte de Alemania, igualmente como Arizona había sido de México, y tan fue así, que hasta la fecha en Austria se sigue hablando alemán. Aunque toda su juventud la vivió en Viena y todos sus conocimientos sobre la política de una nación las adquirió en el gran imperio austrohúngaro, reconoció con sorprendente claridad que un conglomerado de etnias y pueblos totalmente diferentes y antagónicas entre sí no podían ser gobernadas por una débil y decadente dinastía de la nobleza, como lo eran los de la casa Habsburgo.
De este medio provienen sus reflexiones sobre un gobierno democrático de corte parlamentario que se reflejan en su libro. Pero antes me permito aclarar que Hitler usaba un alemán muy confuso y repetitivo e inventaba palabras concebidas en su mente -sumamente analítica-, pero su lenguaje no se parecía en nada a la locuacidad y el poder de convencimiento que tuvo más tarde en sus discursos al pueblo.
En mi presente trabajo me interesaba, sobre todo, ver cómo evolucionaba la mentalidad del autor y seleccionar de este libro los capítulos, párrafos y frases sobre sus conceptos acerca de determinados temas, y de ninguna manera traducir al español la obra completa. Se trata de lo siguiente:
1. Los políticos de hoy
2. La democracia parlamentaria
3. La opinión pública y el poder de la propaganda
4. El concepto del liderazgo
5. Antecedentes de la N.S.D.A.P
6a. La primera etapa evolutiva del "Partido Nacional Socialista del Trabajador Alemán” (primera parte)
6b. La primera etapa evolutiva del "Partido Nacional Socialista del Trabajador Alemán”
(segunda parte)
7. La importancia del orador, del discurso y de la discusión
8. Sólo el poderoso es el más fuerte, si está solo
9. Pueblo y raza
10. El ario y el judío
1. LOS POLÍTICOS DE HOY
(Tomado en parte de “Mein Kampf”, páginas 71 y 72, de "A.Hitler, el dictador más odiado del Siglo XX")
Hasta la fecha estoy convencido de que el hombre, en general, salvo casos muy especiales de una vocación muy singular, sólo deberá dedicarse a la actividad de la política en público no antes de haber alcanzado su 30 años de su edad.
Esto se debe al hecho de que durante ese tiempo la educación recibida sólo conduce a la primera plataforma, desde la cual puede ahora observar los diversos problemas políticos para definir su propia opinión y postura ante los mismos. Sólo después de haber conseguido de esta manera su propia manera de ver el mundo
(“Weltanschauung”= ideología), y así haber logrado la perseverancia de juzgar mediante sus propias observaciones con respecto a los diversos casos y dudas de la política en general, el hombre, al contar con cierta madurez, podrá participar en la conducción y hasta convertirse en el fundador de un propio partido como líder para ejercer un programa político adecuado para el bien de la comunidad.
Pero al existir también otros partidos políticos, que igualmente tienen una manera de ver al mundo, aunque con un enfoque diferente, el conductor del partido del que hablo corre el peligro de que un día tendrá que cambiar su manera de ver las cosas en sus puntos principales, en contra de sus propias convicciones, o bien reconocer la otra forma de ver los problemas políticos del mundo.
En el primero de los casos, resulta muy penoso para él mismo, ya que de ahora en adelante como indeciso, no puede esperar, que la fe inquebrantable de sus seguidores y partidarios sea igualmente inestable y nunca tan firme como antes. Sin embargo desde el punto de vista de los partidarios un cambio hacia una indecisión del líder provoca una humillación ante los adversarios.
En el segundo caso sucede algo, que precisamente hoy vemos con frecuencia, en el que los partidarios ya no creen en las promesas de su líder, en las que este mismo ya no cree. Sus defensas son huecas y suenan a demagogia y muy insignificantes en la elección de los medios, mientras que él mismo ya no está pensando en defender seriamente sus propias convicciones políticas. No se sacrifica el hombre por defender algo en lo que ya no cree ni él mismo. Pero mientras tanto las exigencias de sus partidarios crecen constantemente y se vuelven más descaradas, hasta que el líder sacrifica el resto de su imagen y se convierte en un simple “político” de comparsa.
Eso significa pertenecer a esa clase de hombres cuya única y verdadera opinión es la de la gente sin carácter, aunada con la desfachatez de una imposición pegajosa y un altamente desarrollado arte de mentir.
Si un tipo de ésos, y para la desgracia de la gente decente, logra llegar hasta un parlamento, entonces hay que saber desde el principio que el verdadero sentido de la política para él no es más que la batalla heroica por la posición permanente del “biberón” de su vida y de su familia. Entre más dependen de él su mujer y sus hijos, tanto más encarnizada es su lucha por el escaño alcanzado, donde cada persona con un instinto político diferente se convierte en su enemigo personal. En cada movimiento de una ideología distinta -o de un hombre mayor- olfatea el principio del fin de su cómoda situación como parásito del presupuesto de la nación.
Pero no todos los políticos actuales son los de más de 30 años que vinieron a menos con su propia definición de un partido que tenía en mente el bien de la nación, pues también tenemos a los hijos de aquellos y los que desde la preparatoria y desde las universidades ya eran rebeldes, sólo por seguir consignas de moda, de índole marxista-leninista disfrazadas de democráticas.
Son éstos los que ahora llenan las curules de la Cámara de Diputados y que entraron por abajo al parlamento.
Son éstos quienes ya no tienen en mente ni el bien de la nación ni tienen arraigo con partido alguno, pues lo único que les motiva es su bienestar económico personal, aunque para ello, como chapulines tengan que brincar de un partido al otro, mientras siguen siendo casi analfabetas en la materia política.
Si acaso, sirven estos sujetos como peones de un partido de ajedrez: para que hagan grilla en el congreso y provoquen desórdenes, obviamente, obedeciendo órdenes de algún partido que tampoco quiere dar la cara.
Ésa es la clase de sabandijas que tenemos hoy en nuestro gobierno.
Continuamos con el análisis en una segunda parte del artículo.
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